Corría
el año 1994, tenía yo 13 años cuando mi padre llegó con una gran sorpresa. Nos
juntó a todos en el living de casa, nos mostró la computadora que había
comprado (una 486 con pantalla blanco y negro), y nos dijo algo que nunca
olvidaré: aprendan a usar esto, porque esto es el futuro, y el día de mañana quien
no sepa manejar una computadora será un analfabeto.
Desde
que se decretó la emergencia sanitaria en Uruguay, el 13 de marzo del corriente
año, la educación en el país se vio forzada a adaptarse rápidamente y a los
ponchazos a la nueva situación. Por suerte, desde gobiernos anteriores se viene
trabajando en la incorporación de las nuevas tecnologías de la información al
sistema educativo. Cabe destacar que no solo estoy hablando de los gobiernos
del frente amplio, ya que desde los gobiernos colorados se han ido incorporando,
con la creación, por ejemplo, de los salones de informática en los diferentes
centros de estudio. Con sus aciertos y sus errores, la tecnología está sacando
las papas del horno en materia educativa, ya que en otras circunstancias podría
darse como un año curricular perdido.
Aclaro
que estoy opinando desde mi experiencia personal, como estudiante de Psicología
en la Universidad de la República. Otras pueden ser las opiniones tanto de estudiantes
de diferentes grados y carreras, y también otra puede ser la opinión desde el
punto de vista de los profesores. Lo que queda claro es que son tiempos de
cambios, tiempos de adaptación a las apuradas. Lo otro que queda claro es que
la tecnología llegó para quedarse, quizás para que, un poco tarde, se cumpliera
el sueño de un granjero de Utah, Estados Unidos: Philo Farnsworth.
Para
quienes nunca escucharon hablar de él, Philo Farnswoth fue quien creó la
primera televisión totalmente electrónica. Este granjero tenía la esperanza de
que con su invento se pudiera alfabetizar a la gran mayoría de la población, ya
que cualquiera con un televisor podría participar de clases que se dictaran por
este medio. Tristemente vio cómo su invento se terminó utilizando para el entretenimiento.
Y cuentan algunos que lo conocieron, que no dejaba que sus hijos miraran la
tele.
Muchas
veces me pregunté por qué en estos tiempos, aún no se usaba la tecnología para
educar. Por qué era necesario asistir a clases en un horario determinado,
cuando a veces es difícil entre el trabajo y otras actividades, hacerse el
tiempo para concurrir a un salón, cuando perfectamente se podrían subir las
clases a una plataforma y aprender manejando cada quien sus tiempos, haciendo que
la educación sea más inclusiva, más dinámica, visibilizando a aquellas personas
con ganas de capacitarse pero sin la posibilidad de disponer de un horario fijo
para dicha capacitación. O la falta de cupos en las universidades, las clases
abarrotadas de gente, cuando perfectamente se podrían transmitir las clases por
internet y extender las carreras universitarias a un conjunto de la población
más extenso.
Simplemente
como reflexión. Ojalá podamos aprovechar la oportunidad que nos da esta
pandemia para lograr dar un paso hacia el desarrollo. Porque la mayor riqueza
que puede tener un país es la producción de conocimiento. Y para producir
conocimiento es esencial una población capacitada. Miremos el caso de Japón,
que sin tener recursos naturales, gracias a la capacitación de su gente, logró
meterse en el mercado mundial, como uno de los países más desarrollados, a
partir de la creación de tecnología.
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