Tuesday, May 19, 2020

Ramón


A los ocho años de edad, Ramón se encontraba cenando en su casa, rodeado de su familia. Un hogar humilde pero donde nunca faltaba el plato de comida. Su padre, pescador artesanal, lo miraba con ternura sin que éste se percatara de aquella situación.

Padre: ¿Está rica la comida hijo?

Ramón: Sí papá

Padre: Me alegro. ¿Querés venir a pescar conmigo mañana?

Ramón: Sí papá

Padre: Bueno, termine de comer y vaya a dormir, que salimos temprano

Obediente, luego de comer, se lavó los dientes y fue a dormir. Se tapó con varias frazadas porque hacía frío esa noche. A las cuatro y media de la madrugada su padre lo despertó y le pidió que preparara las cosas. Llegaron al lugar donde estaban la barcaza, otros pescadores los estaban esperando. Aún no había salido el sol cuando Ramón, su padre y el resto de los compañeros de pesca comenzaron a navegar mar adentro.

Las luces de la ciudad fueron desapareciendo, hasta que con los primeros rayos de sol lo único que se veía alrededor era agua. El mar estaba un poco agitado, hacía frío y no había resguardo.

Ahora te voy a enseñar a tirar las redes, le dijo su padre. Lo ató al mástil de la embarcación para que no se cayera al agua y empezó la lección de pesca.

Luego de varias cansadoras horas volvieron al punto de partida, con un poco más de pescado que lo habitual.

Ramón, mojado, con frío y cansado apenas podía caminar cuando escuchó a su padre preguntarle: Hijo, ¿te acordás ayer en la cena cuando te pregunté si estaba rica la comida?

Ramón: Sí papá

Su padre sonrió y le dijo: Ahora sabés cuál es el verdadero sabor de la comida.


En homenaje a mi amigo Ramón, fallecido


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